Cuando la pérdida se convierte en hábito, hay que pensar a la inversa.

Si cada día tenemos la oportunidad de hacer las cosas mejor, no tiene sentido pensar en que no somos capaces de hacerlas, no tiene sentido dañarse con los errores pasados y creer que si no logramos nuestros objetivos ayer tampoco los conseguiremos hoy, cuando en realidad se trata de voluntad, de tener el deseo de volver a intentar, a lo que hay que temer es a la pérdida de fe en nosotros mismos. Y esa fe no depende de los demás, ni de las circunstancias que vivimos en este instante (circunstancias en las que queremos estar), no está empañada por nada exterior, la fe depende tan solo de actitud, de tomar la simple opción de decidirse (por actuar).

Hay que darle una buena cara al próximo reto y aprender a sonreírle al tiempo, reconociéndolo sabio porque nos ha ayudado a entrenarnos día a día en el camino a nuestras metas, hay que recordar que el momento óptimo para volver a intentar es ahora mismo.

Esto no debería ser complicado, solo hay que captar que somos responsables de hacer realidad o no lo que queremos, y que los cambios se crean a partir de nosotros mismos... si queremos cambiar las pérdidas dejemos de verlas, busquemos las ganancias.

Renunciar a los deseos es muy fácil, continuarlos implica trabajo, paciencia, enfoque, sentimiento.

Hay que sembrar sin desespero, que los frutos a veces tardan, pero no por eso las siembras se abandonan.

Ofelia Balderas Gallegos